sábado, mayo 08, 2004

Todo comienzo es accidente

Un golpe estrepitoso.
Pausa.
El silencio justo después del desastre. La calma falsa. Sobre el asfalto, sobre los autos, vapor, humo, tierra tal vez. El único espectador el semáforo. Rojo, amarillo, verde, rojo. Un auto atravezado a media calle con la parte delantera colapsada. A unos metros el cuerpo de una mujer sobre el pavimento. El otro auto un poco más distante estrellado contra un árbol del ancho camellón. El sonido vuelve. Un ligero ronroneo en los oídos. Una puerta se abre. Del auto desciende una joven. Corre repitiendo con desesperación el nombre de otra chica. Corre hasta quedar junto al cuerpo inerte que agita. El eco de su voz recorre la cuadra entera. La noche. La cercana madrugada son únicos testigos. El semáforo indiferente. Del otro auto nadie sale. Por ambas avenidas se acercan nuevos autos. Sangre. En el cielo una enorme luna blanca resplandece. Algunos autos se han detenido. Sonido de puertas que se abren y cierra. Pasos. Alguien se acerca. Hay dos personas en el interior. El vidrio estrellado. Un hombre y una mujer. Jóvenes. Rojo, amarillo, verde. rojo. «Levántate», «levántate». Algunos tratan de alejar a la muchacha. Alguien marca desde un celular. «Están muertos». Sobre ellos las estrellas permanecen indiferentes.