miércoles, octubre 01, 2003

Un cero a la izquierda de Dios

Ayer pensé en la muerte como una buena opcion, como una solución efectiva y final a lo que sentía y aún hoy siento aunque en menor medida. El vacío de no tener a nadie que te escuche, a nadie que te abraze y te permita llorar en sus hombros. Necesitaba llorar con alguien, sentirme querido pero no de palabra. Tal vez no supe enviar a tiempo y concisos los mensajes. Según yo las palabras que salían de mi boca eran una petición de auxilio. Nadie vino a mi rescate. A varios les dije "quiero matarme". Tal vez ninguno me creyó, pero era una necesidad real. Estuve pues debatiéndome la noche entera con mi ángle-demonio, a veces en la vigilia, a veces en el sueño, sentí su abrazo frío. La muerte vino a coquetearme, mas tentadora que ninguna otra mujer en mi vida. Bajo las cobijas sentía el corazón punzando, mi piel chinita, escalofríos recorrieron mi cuerpo ignoro cuantas veces. También le pedí ayuda a Dios, pero él me tiene abandonado, y no soy Job para sufrir sus designios con paciencia. Pero aqui estoy, ¿qué me salvo?, en primera instancia la escritura. Si no hubiera decidido escribir quizá ahora no sé que sería de mi. El llanto, he llorado mares, y aún no fluye todo, lo traigo atorado desde hace veinte años, una noche, una tarde no son suficientes. También me salvó el recuerdo de las personas que amo. Especialmente dos, a ellas dos que saben bien su nombre las bendigo y me odio tanto por hacerles esto. Yo no era así. Me desconozco. Me hundo... Por favor, sepan perdonarme...

Tocar fondo

…todo se fue con el Huracán
Enrique Bunbury


No hay más dolor que la muerte
que es la ausencia
que es la partida
pendiente
He sentido la ira de Dios y él la mía
confirmé lo que siempre supe:
soy un cero a su izquierda.
A mis plegarias solo respondió el silencio
mi llanto nadie lo vio
ahora es una rota cañería
que mana sin parar su sangre
Hay días —dicen—
en que no se debe abrir los ojos
en los que el pasado desaparece en unas horas
arrastrado por los aires del desprecio
Ya qué…
los hombres —y no digo nada nuevo, lo sé—
son apenas una brizna en el tiempo.
Hoy pensé en matarme
porque ya no aguanto este dolor en el estómago, el vacío
de no tener a nadie
Septiembre se termina
yo muero con él