domingo, septiembre 28, 2003

La noche se cae de inmensurable...(A la mujer que en realidad no es Nisa)

Te leí poemas esta tarde, y sé que me escuchabas tan atentamente. Cada palabra que leía la voz se fue quebrando, los ojos se humedecieron y no era la luz que por la ventana iluminaba nuestros rostros. Preguntaste entonces por qué los ojos se me ponían así. Te dije que era la ausencia… (Ahora sé que era una profecía de la tuya…) el temor a perder el milagro. Porque llegaste a mi vida de milagro. Y así como llegaste y estuviste parecieras siempre estar a punto de partir. Y yo soy el que espera en el andén un tren incierto (¿recuerdas el poema de Ted Hughes?), sin saber si habrás de llegar, si tendré el privilegio de recibirte en mis brazos para que llenes el vacío tan enorme de tu ausencia, si tendré lugar a la vez en tu vital espacio. ¿Qué debo hacer para ganarme tu corazón? No hay luz que ilumine el camino. En esta noche, en esta depresiva noche, tu ausencia crece inmensurable, del tamaño del cielo oscuro, como oscura se avisora mi mañana… y sin embargo Nadie, en tu vida entera, lo prometo… te amará tanto como yo estos días… como yo podría llegar a hacerlo, si me dieras espacio entre tus brazos.