miércoles, abril 14, 2004

Postales de Nisa

Muerto. Así es cómo pienso que debí haber terminado. Porque el tiempo ha pasado desde entonces. Ya se sabe, inexorable. Porque en el último instante el titubeo que significo la diferencia es ahora un ahogo, un agobio de preguntas sin respuesta. ¿Es acaso un privilegio contemplar como las personas que alguna vez amamos o creímos amar se van transformando hasta volverse polvo? Qué consuelo es este que nos permite ver la partida de los demás. Como los más temibles miedos se convierten en inofensivas caricaturas. Sé que busqué a Nisa. El comienzo me queda tan claro como si en este mismo instante estuviera sucediendo. También podría decir que fui el que recorrió cientos kilómetros para encontrarla. Pero esto sólo crearía más confusión. Yo entiendo. Y estuve con ella en su misma casa, en su misma cama, en su misma borrachera. Pero Nisa, la Nisa de los cuentos de terror no es ahora más que una sombra diluida. Recuerdo que ingenuamente preguntab si los nombres tenían importancia. Ahora sé que la tienen. ¿Es Nisa acaso un fantasma? Una secuela, una lista de mujeres diferentes. Ha pasado el tiempo y aún no logro dilucidar esa cuestión. Lo que me queda claro es el instante definitivo. El silencio. La detonación. La elección por esto. ¿Vida? No lo creo. Estoy muerto desde entonces. Y Nisa, la Nisa que amé, es ahora sólo una sombra de recuerdos. Sólo una voz. Y cada vez menos. Cada vez menos.