viernes, febrero 27, 2004

Tiempos compartidos

Me dedico a la venta de tiempos compartidos. Paso días del alba al ocaso recargando mis años en una mesa colmada de publicidad y contratos de venta. Me divierto criticando a las personas que pasan, contando los coches, mirando chicas y retando a tipos que se me quedan viendo, sin jamás pasar de eso. Sin embargo, mi pasatiempo favorito es traer a la memoria la imagen de Dolores, mi novia.

Conoció a Dolores en un balneario cercano a la ciudad. Con sus ojos desnudos y profundos y la boca adornada en sonrisa. Habló con ella lejos de los demás mientras le hacía ver las estrellas. Juntos escaparon rumbo a la oscuridad. Cayó la blusa, los pantalones, hervía la piel, se escucharon leves gemidos: se ofrendaron su cuerpo.

De regreso a casa. Qué suerte. La observarás desde la ventanilla del camión. ¡Pero! Y abriendo los ojos desmesuradamente crisparás los labios — ¡No puede ser! —. Te pondrás de pie y pedirás la bajada. En el corazón se desatará el huracán contenido en los puños dispuestos a azotar la costa de otro rostro. Deberá tratarse de una mentira, un espejismo provocado por los celos, tu Dolores, tu chica... con un él, con un otro, fuera de ti, acariciada por otra dermis, lavada por saliva nueva. Descenderás, correrás, mirarás, gritarás y llorarás siete veces siete, siete veces siete.