viernes, febrero 27, 2004

Espejo

I
De nuevo esa extraña sensación —tu temor a la otra—. Instantes confusos en los que imaginas que el cuerpo se entrega a profundo sueño. En el espejo observas la forma tan displicente como te quitas la ropa. Tu aliento alcohólico y el mareo provocan un creciente malestar que te descubre los ojos de ella en tu reflejo. Esas pupilas del mismo color que las tuyas te miran de manera directa. Cierras los ojos para escapar de esa tú que te mira. Pero cerrarlos es introducirte en ella e iniciar un striptease que no puedes controlar. Saberte en tu cuarto te tranquiliza; lo incomprensible es la manera en que llegaste a este lugar. A la fuente en el cruce de avenidas tan distante de tu casa.
Te descubres admirada por los conductores que a estas horas de la noche transitan por ahí. Caminas dentro de la fuente y percibes cómo el agua fría va coloreando de blanco tus tobillos. Mientras bailas, te vas despojando de tus ropas; es igual que en el cuarto, sólo que ahora alrededor de ti circulan mórbidos espectadores. Un suspiro escapa de tus labios y decides volver a mirar en el espejo. Entrecierras los párpados y el cristal se vuelve borroso, te preguntas si no estarás del otro lado; entonces el espejo comienza a tornarse acuoso, se agita y en él miras tu rostro desfigurado por las olas.

II
El primer encuentro fue en una de las tantas reuniones a las que asistías. Culpas al alcohol de lo sucedido. Embriagada, en plena pérdida de tus sentidos, te atrajo la sensación de vida en su mirada, el calor emanado de sus labios, que deseaste con perversidad. Su aroma, único, al principio no te remitió a ninguno hasta que finalmente lo supiste: se trataba del tuyo.

III
Imaginarte en la primera casilla, con los dados en la mano y negándote a lanzarlos. Inventar mil subterfugios para no encontrar la respuesta. Y era de nuevo la alevosa presencia de ella, eras tú misma a quien veías bajar del taxi, entrar en el agua, tú frente a la otra cuando tú eras la otra.

IV
Cuando cesó el baile cayó el cuerpo. Después escuchaste un grito provocado nunca supiste por qué —quizá tardío arrepentimiento—, la falta de sangre oxigenada en los pulmones, la tensión de la lengua, el cadáver colgando de la regadera.