domingo, febrero 01, 2004

Los descarriados del cerebro...

Domingo de Nickelodeon. Domingo de librero nuevo. Domingo de trabajar en "La Voz de la Esfinge". Domingo de leer a Ray Loriga. Domingo de "Tokio ya no nos quiere". Domingo de Yerusianos. Domingo de no saber que hacer. De navegar a la deriva por la vida sin un fin concreto.

"Llegan los días vacíos. Los días de estar solo, sin ninguna ocupación, sentado en las plazas, mirando a los barberos y a los adivinos, a los masajistas y a las parejas paseando en ciclomotores. Llegan días como éstos y no hay nada que uno pueda hacer con ellos. Se amontonan sin remedio. A dejar entonces que pasen estos días y luego otros, hasta recuperar la actividad, los registros, los pedidos, las visitas, los encuentros, el trabajo.
Primero me digo:
Ahora el trabajo lo es todo,
y enseguida:
No es suficiente."
Ray Loriga.

A mitad de las páginas de "Tokio ya no nos quiere", en pocas palabras la trama de la historia: Un misterioso dealer, contratado por una extraña compañía, vende una droga para perder los recuerdos. La lectura nos va sumergiendo en el mar caótico que es la mente del protagonista al cual, nos enteramos, le han sido borrados ciertos recuerdos, por lo que sus pensamientos divagan entre la amnesia, la alucinación y la vigilia. A su lado viajamos de los desiertos de Arizona, a la cosmopolita Berlín y después a unas oscuras, húmedas y laberínticas Bangkok y Hanoi. Desfilamos con él a través de hoteles y citas con multitud de clientes que nos van dejando los flashasos de las historias que buscan olvidar. Nuestro personaje sin embargo es suspendido de su trabajo por sospecha de que tráfica con la química del olvido fuera de las listas oficiales. La suspensión lo sumerge en lo que llama días vacíos. El paso del tiempo sin sentido. La total perdida del significado de vivir.
Apenas a la mitad del libro, y suponiendo con nuevos destinos por venir, Ray Loriga atrapa, nada que ver con aquel libro de humor negro "Lo peor de todo". Tokio ya no nos quiere, el mundo ya no nos quiere. La vida ya no nos quiere.