Tanto que decir y nada...
Hay ocasiones en que hay tanto que decir, que las ideas y los acontecimientos los tenemos a flor de piel, y sin embargo nada surge en concreto ante la página en blanco. Escribo mientras en la pantalla del messenger veo a la persona que amo. Tiene un dedo en los labios, la mano en su rostro, se ve pensativa. Algo se debate en su interior. Es un debate vital. Ahora escribe. Me envía un mensaje. Dejo de escribir unos segundos para leer sus palabras. Le había escrito que no sabía que escribir en mi blog. Sus palabras duelen. Porque casi todo duele cuando se ama. La sonrisa duele. La tristeza duele. Pero quien no cambiaría todo este dolor por esos momentos de felicidad que se comparten. Esos horas en que el mundo parece marchar aceitadito, perfecto. Que peligroso amar. Qué peligroso. Ahora ya no tiene el dedo en sus labios. Parpadea. La veo pero no me ve. Pero el ver no nos traslada a su lado. Al contrario, recuerda lo triste y sola que es la casa sin su presencia. Sólo imagen. Una fotografía viviente. ¿Qué estará pensando? ¿Qué laberinto de pensamientos habita en su cabeza? Ayer a esta hora venía en la carretera a 160 kilometros por hora. Devorando asfalto, desesperado. El mundo perdió significado en su ausencia. 800 kilometors sirvieron para conocer lo que el corazón siempre ha sabido. Ahora ya no la veo. La imagen ha desaparecido. En su lugar una fotografía de hace tres días. Ahora la escucho leer un poema. Me estremezco. Y de nuevo la observo. Ya no hay fotografía: es nuevamente. Me habla de la "Sociedad del silencio". La poesía. La amo por su escritura. Por su cascada. Por su avalancha. Porque a su lado he crecido. Ningún crecimiento es sin dolor. También por su mirada, por sus alas, por su "Icaritud". Sí, ayer a estas horas devoraba ausencia en la carretera. Y en el celular se cruzaban mensajes cada 100 kilometros. El peso de los nombres en la memoria es más pesado que la distancia recorrida. Pero uno sabe lo que su corazón vale, y en su valor permanece. No hay historia sin batalla. Lo que fácil se obtiene fácil se pierde. La miro. Silenciosa. Atenta. Sus hombros desnudos. Uno después termina arrepintiéndose de sus palabras. De las dichas y no dichas. La miro. Pero ella no me ve. Aquí estoy. Aqui estoy. Inclina la cabeza. Escribe. Pero esas palabras no son para mí. Tal vez ninguna palabra es en realidad para nadie. Ni para uno mismo. Tanto que decir y nada. Nada. Por qué amar, por qué decir "Te amo". Yo no diré "Te amo". Mejor "que hermosos ojos tienes", pero no es lo mismo, mejor "estaré siempre a tu lado", pero no es lo mismo... cómo expresarlo, cómo expresarlo... no hay manera... o tan sencillo: yo quiero vivir mi vida a tu lado. Tanto que decir y nada.
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