miércoles, noviembre 05, 2003

Dos poemas de Casandra

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(claridad)


Del viaje no se puede decir una palabra
La amplitud de lo que abarca hace imposible describirlo
Fue Casandra la que habló:
No hubo profecía
Su oscuridad —ahora claridosa— comunica
y canta la historia de su historia
Su inasibilidad quedó plasmada
La palabra
y su don
desnuda el alma
¿Será verdad?
Y mientras dos se dirigen a destino incierto
los demás las sombras habitan un mundo separado
Dos hacen un mundo
A pesar del silencio
del equívoco
de la bifurcación
de los caminos


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Creta, el vuelo

Aunque Minos me cierre la tierra y el mar
el cielo, no obstante, permanece abierto. Por allí iremos;
aunque lo posea todo, no posee el aire
Dédalo, Ovidio

Caigo, sí, pero ahora sé el secreto

Roxana Elvridge-Thomas


Alcé el vuelo y escapé del laberinto
nada sabía
de las alturas
Me advirtió él mi padre el otro
pero no escuché porque el viento es canto de sirenas
Ella habló:
lentamente
entre ese canto
que se va metiendo a las orejas zumbido
Repitió mi nombre
Ella habló:
no entendí su palabra:
Ella: la esfinge
la hechicera
la vidente que habría de morir
al pisar la tierra griega

No sabía y seguí ascendiendo
La corona de Ariadna en las alturas,
fuegos brillantes ente el arrodillado y la serpiente
Lo único que vi del minotauro
fue una lágrima —diamente diáfano—
brillar en el confuso palacio construido por mi padre.
Ella dijo:
Ariadna
Él conocía ese nombre y por ese nombre lloraba
Ella dijo: Teseo
y cayó esa lágrima furtiva
La voz dijo: asciende y conocerás
Supe entonces que él, el otro, había sido burlado por la astucia
de una mujer enamorada
¡Ay Ariadna!
entregaste tu hermano al verdugo
Resignado ofreció el cuello
los héroes se entregan a la muerte que les toca
sin menoscabarla
Ella dijo: Aquiles
Venció al predilecto, domador de caballos,
y tampoco conoció el día de la victoria
vino a él la oscuridad en una flecha disparada por la mano
del más cobarde de los hijos
Dijo ella: Te odio Apolo odias a mis hijos, asesino
—Tal vez así es mejor
—Tal vez así escapan del recuerdo piadoso, de la conmiseración
Y el viento en su insistencia
ven viajante
asciende asciende
él, el otro, mi padre, quizo advertirme
sus palabras escaparon de mi alcance
En las alturas supe que toda historia es falsa
nadie pude traducir con fidelidad la voz
Las alas arden
Ella: la esfinge
la madre
dejó caer en catarata los fonemas guturales
asciende asciende
Vi a Teseo alzar su espada
cercenar el cuello
en el centro mismo del laberinto
y Ariadna
comprendió entonces que su amor no era Teseo
que el amor, solo amor, la había llevado a matar al minotauro
porque no era suyo poseerlo
Quizo perder el hilo plateado (de la cordura)
olvidarse en el laberinto
Dijo ella: Teseo no existe
el laberinto no
ni Troya sólo palabras
el vuelo tampoco
Sólo el secreto
la oscuridad
La alas arden
asciende asciende
y en aleo constante intento
el sol saborea su victoria
los dioses no perdonan (la soberbia) de intentarlo
y así
caigo
y me llevo el secreto
mientras él, el otro, Asterión,
llora