martes, enero 06, 2004

Nada importaba entonces (décima entrega)

Nota:
Dos capítulos más de "Nada importaba entonces". Muy adecuados por cierto a los sucesos de este pricipio de año. Curioso es, insisto, que los textos sean tan anteriores y suenen tan contemporáneos.

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Un final no es más que el inicio de otro camino. Así nos la pasamos toda la vida, recorriendo brechas nuevas y zurcando mares diferentes, uno tras otro, huyendo siempre del desenlace, hasta que irremediablemente pegamos el brinco definitivo hacia la muerte.

22
Mas qué es la muerte. Creí saberlo entonces pero descubrí que con cada nueva definición surgían más y más preguntas, cómo definir lo indefinible. Alguna vez hablé de eso con Araly. Para mi la muerte era el vacío, ¿aún lo és? Para Araly resurrección. Hablar de la muerte con ella fue importante. Una nueva visión, un poco de luz en mi oscuridad. Yo le temo a la muerte, me horroriza pensar en ella. De pronto imaginar la nada. Total. Absoluta. ¿Cómo imaginarlo? ¿Que uno ya no exista? Cada vez que pienso en eso un puñal atravieza mi cuerpo por adentro. Olvidar profecías, olvidar a un creador, olvidar todo. No creer en nada. Negar bien y mal. Morir a la nada es quitarle esencia a la vida. ¿Para qué acumular recuerdos, lecturas, libros, musica? A veces me da tristeza por esas personas que leen, devoran libros en una inmensa lista que crece día a día, que atesoran fotografías de momentos idos, que hacen de la belleza su vida. Para que tanto esfuerzo si el final es el mismo. ¿Escribir para qué? ¿por qué escribí entonces mis versos? Ahí está Araly, Araly y su esperanza. Araly y la seguridad en una existencia imperecedera. El cuerpo morirá, el espíritu nunca. Alguien alguna vez encontrará esos textos, o esas fotografías, o esos extractos de belleza y nos recobrará de la nada en que estaremos. En un futuro ese círculo cuyo trazado no se ha concluido finalmente será cerrado. A diario abrimos puertas, ciclos sin saber cuál sera su alcance final. Cada acto cancela o abre puertas. Sí, es un laberinto sin escape. Con la muerte siempre en acecho y en persecución. Carrera contra reloj. Le temes a tu libertad, había dicho ella. El tiempo habría de darle la razón.