A petición de
Humphrey bloggart este post esta dedicado a los nuevos autores de
Paraíso Perdido. Podrán leer textos incluidos en sus respectivos libros así como conocer las portadas de los mismos, las cuales fueron ilustradas con obra de pintores que residen en esta ciudad (Guanatos). Por supuesto, en el caso de los poemas ya saben que el blog no respeta los espacios de silencio, ni indentaciones, ni sangrías. Ojalá los disfruten, y sobre todo los comenten. Si alguno de mis estimados lectores tiene interes en adquirir alguno (o todos) pues mándenme un correo electrónico, el link esta del lado derecho. Los libros tienen un costo de $ 50.00 pesos.
De
La consigna y el milagro
autor Julio César Aguilar
Ilustración de la portada: José Galindo
Elegía de la pierna
A la sombra de su estatura
bendice tú la harina de su hueso, ceniza caminante
en triste enflaquecido músculo
y piel de nardo.
Para que vuele, para que
no se incendie, sacúdele
la rabia que la aniquila.
Que en un grito alarido enorme resucite
y si no, luego entonces
nuevamente crucifícala.
Ha callado tanto tan silenciosamente
que ya no escucha, que no obedece más
los desvaríos de aquél que habla,
del que empinó en su copa
toda la embriaguez del infortunio
escondiéndose pronto luego en su corazón
que sabe sólo dar
caídas de ciego.
Huésped de la alegría
Cuando nací
conmigo nacieron la noche y el mundo
y sus constelaciones.
Abrí la mirada como quien abre
y descubre la puerta de las maravillas:
añoranzas tantas descubrí
que mi olvido sabía
porque antes de nacer yo ya era
el polen de mi origen, la simiente
aguardando el agricultor saludo de un dios.
Pero en el naciente año, por su ventana,
pronto una muy desdicha
vestida con garfios rigores de la enfermedad, leona
más que perra afilando sus garras en actitud de acecho,
me visitaba.
Al final, fui su presa...
Y cuando la discordia con silencioso estruendo
gritando me hería
era mi voz un deshojar de palomas.
(Habitante del miedo, terriblemente gozoso
me revolcaba en inmundo estiércol.)
Cerré la mirada entonces
que años antes había abierto
y fue así que en mis ojos, en esos ríos
de tinieblas y llanto
un triste niño por mí se ocultaba.
Sí. Excepto lo que no recuerdo
lo que digo todo es verdad.
Hoy el niño que fui yo
no tiene tatuada ya la memoria: es
como si dijera: “no soy más
el dador de los poemas tristes,
ya esos no me pertenecen, desconozco
su negra túnica, su esquelético rostro de angustia;
no corro y tropiezo ya al escuchar
su lamentable palabra adolorida”.
Pero a fuerza del tanto llanto
—sin embargo—
soy ahora el huésped de la alegría.
A la vida nací, descendiente
de los atardeceres y de la nueva luz.
Y por mi sangre desde entonces palpita
el corazón de Dios
que es el de todos los hombres.
Naciblemente vivo
nazco porque en cada segundo
se nace o se muere según la elección
del que, aun sin saberlo,
elige su porción alegre de luz o la pálida
estancia
en la niebla.
De
Muertos sin saberlo
autora Elizabeth Vivero
Ilustración de la portada: Iván Villaseñor
Derrota
Mi nombre es Gabriel y he sido derrotado por el demonio. Luché contra él y no pude vencerlo. Se apoderó de mí despierto. Y todo por invitarlo una noche a alojarse en mi casa. Nunca pensé que tomaría en serio mis palabras, pero lo hizo y aquí estoy, poseído por un ser que se niega salir de mí, que se ha adueñado de mi vida y de mi alma.
 Grabación efectuada el cinco de abril del año en curso. El paciente presenta un cuadro de esquizofrenia paranoide aguda. Culpa al diablo de todos sus males y lo responsabiliza de los actos. Se continúa con el tratamiento con base en antidepresivos y terapias grupales. Hasta la fecha, el paciente no demuestra interés alguno ni en las sesiones ni en las actividades en las que se le obliga a participar.
 Todo comenzó esa noche. Yo estaba solo y sentí que alguien me observaba. No era la primera vez que me daba cuenta de que alguien o algo me espiaba, pero en esa ocasión la sensación fue aún más intensa, como si se propusieran hacerme notar su presencia. Para olvidarme de eso, encendí la televisión a todo volumen y el radio. Los vecinos no tardaron en molestarme, tocaron insistemente a la puerta, pues sabían que, como siempre, bajaría el volumen de los aparatos, pero no lo hice. Presentía que de quedarme en silencio, aquel ser saltaría de su escondie y se haría presente. Los vecinos no se cansaron de tocar. Incluso llamaron a una patrulla. Pude ver las luces de las farolas estacionarse frente a mi puerta. Afuera las personas vociferaban y los policías me gritaban que abriera o ellos entrarían a la fuerza. No respondí. Al contrario, conecté la licuadora para dejar de oírlos. Los ojos me seguían, vigilaban cada uno de mis movimientos. El ambiente se volvía insoportable: cómo hacerles entender que me perseguían en mi propia casa. Los policías comenzaron a golpear la puerta para derribarla. Y fue, precisamente segundos antes de que entraran, que le grité a ese demonio que estaba bien, que lo aceptaba, que si deseaba quedarse lo hiciera, ya estaba harto de ocultarme de él. Los agentes entraron y junto con ellos el mal que se instaló en mi cuerpo.
 Extracto de la grabación realizada el primero de diciembre del año pasado, fecha de ingreso del paciente. En esa ocasión trató de convencer a los médicos que un exorcismo sería su cura. Creía, y cree, que la espuma que arroja de vez en cuando de su boca es producto de fuerzas malignas, así como sus convulsiones y el movimiento de objetos que se han presentado estando él bajo tensión.
 Fui elegido. Él me lo dijo. Sólo le faltaba la invitación que abiertamente le hice. La primera, fue cuando jugué a invocarlo, desde ahí decidió tomarme la palabra, pues siempre busca la oportunidad de manifestarse. Después seguí ofreciéndole mi alma en las reuniones que tuve con mis primos para las sesiones espiritistas que guiaba una amiga. Nunca creí que en realidad ella pudiera contactarse con los espíritus, pues descubrí que en pleno trance, sus rodillas golpeaban por debajo la mesa y un hilo amarrado a sus pies la hacía tambalear. Estaba equivocado, porque si bien ella no era la indicada, eso no impedía que cualquiera de nosotros fuera la entrada a este plano. Ya de grande me percaté de su presencia, y por más que intenté ignorarlo, finalmente sucumbí a la invocación final. Claro que en ese tiempo pensaba que tal vez sólo eran invenciones mías: el que viera cosas que nadie percibía, el que se movieran objetos y los ataques que me daban, todo era producto de mis desajustes emocionales. Esas fueron las palabras de los doctores. Qué error tan grande cometieron. Por su culpa ese demonio siguió acosándome sin que su alejamiento se llevara a tiempo. Todo fue más fácil para él y esa noche, aprovechándose del hecho de que mi madre había muerto dos días antes, entró a la casa y me presionó hasta que le abrí las compuertas por completo.
 Fragmento de la entrevista con el director de la clínica, el día quince de diciembre del año en curso. El paciente ha permanecido en la institución por poco más de un año y aún no da muestras de mejoría. Continúa con la obsesión de estar poseído. El paciente se encuentra en la etapa de la negación, proceso que resultará difícil de supera. Sin embargo, se seguirá el mismo procedimiento por un par de meses más y se analizará la posibilidad de incrementar las sesiones grupales. Dentro de seis meses se evaluará íntegramente el caso.
 El demonio ha crecido. Conforme pasan los días siento aumentar su poder. Ahora desea proyectarse con mayor fuerza. En pocos días se mostrará tal cual es y entonces nadie ni nada podrá contener su furia. Que se cuiden los médicos, que recen por su vida, porque su odio abarcará al mundo. Yo he sido el elegido, yo seré el instrumento. Y salvo mi cuerpo que lo contiene, no quedará piedra sobre piedra. Ellos no lo saben, pero el fin está cerca.
De
Intermedio
autora Edna St. Vincent Millay / versión de Isabel Jazmín Ángeles
Ilustración de la portada: Carlos Maldonado
Sonetos
I
No eres más hermoso que las lilas —no,
ni que la madreselva; no eres más bello
que las blancas y sencillas amapolas —puedo tolerar
tu belleza; aunque me incline ante ti, aunque
de derecha a izquierda, sin saber a dónde ir
voltee mis inquietos ojos, ni aquí ni allá
encontré ningún refugio además de ti, sin embargo juro
que así ha sido con niebla —y con luz de luna también.
Como quien día a día a su poción
de veneno delicado añade una gota más
hasta que pueda beber sin daño la muerte de diez,
así, habituado a la belleza, quien ha bebido
cada hora más intensamente que la anterior,
bebo —y vivo— lo que a muchos hombres ha destruido.
II
El tiempo no trae consuelo; ¡todos han mentido,
quienes dijeron que el tiempo aliviaría mi dolor!
Lo extraño durante el llanto de la lluvia;
lo necesito durante la bajamar;
las antiguas nieves se derriten a cada lado de la montaña,
y las hojas del año pasado humean en cada sendero;
¡pero el amargo amor del año pasado permanece
colmando mi corazón, y perduran mis viejos pensamientos!
Hay cien lugares a donde temo
ir, —¡pues con su recuerdo rebosan!
y entrando con alivio en un lugar tranquilo
donde nunca estuvieron sus pies o brilló su rostro
digo: «¡No hay recuerdo de él aquí!»
¡y así me quedo de pie, herida, recordándolo!
De
Sé del silencio
autora Ana Claudia Zamudio
Ilustración de la portada: Sandra Carvajal
1
¿Sobre qué piedra se levantará tu historia?
sobre cuál muro
ventana
o techo
en ruinas.
El espectro del tarpán
trota
asciende
entre pendientes de rocas apiladas
y el lamento que va libre
deja su semilla
como humo
baja
y penetra su relincho.
Ahí va el fantasma
cabalgando
su jinete, la edad extinta,
escucho su herradura resbalar sobre las piedras,
ahí
tras los cascotes
miradas se fragmentan
me detienen
silbidos que apenas se perciben
¿bajo qué piedra,
qué galopar remueve el silencio del escombro?
3
En un instante
se nos incendia
el mundo
en las manos
su ceniza
y decimos
silencio
cuando queremos
decir
un bisílabo interrumpido
apenas voz
desata lluvia
la memoria
el rostro en el charco del espejo
no te pertenece
es la mirada del miedo
la que se agolpa
en pupilas
el gesto interrogativo se abre
y no cierra
la noche
golosina
del insomnio
traza la ruta de los días
en las calles del mundo
qué sobrevive
al fuego
en cuál jardín florecerán las huellas
del crepúsculo
mientras
los ojos del que viene
su mirada
blanquecina
nos incendia
De
Cuerpo roto
autor José Antonio Neri Tello
Ilustración de la portada: Héctor Javier Ramírez
El transeúnte
Morir es un proceso lento
Por eso me gusta
Miguel Ángel Leos
1
¿Qué vas a hacer?
quédate un poco y sabrás lo que hay en mis huesos de hierba seca
quédate y no creas lo que sale de mi boca
que mi sombra y mi cuerpo en la misma cosa
que no existe tiempo en mis pies descalzos
para separar la sal de mi epidermis
quédate aunque no figures en ningún mundo
ni tenga palabra alguna para nombrarte
¿Has oído lo que cruje entre la hierba
o respirado el oxígeno de las hormigas?
cada átomo tuyo es tierra
yo lo beso y lo respiro
Deja que corra y describa
lo que hay en la tierra
lo que hay en cada geometría
la piedra de aire
que ha sido venerada en tiempos de post-guerra
te he buscado en todos los humos
mujer de cristal
ojo por donde entra la miel a mi casa
mujer solar de la hiedra
que jamás había sentido florecer sus senos
al paso del tacto
cuando las palabras respiran
hemos tejido la hierba
tú
la parte del agua desconocida
me baño y admiro cada molécula formada con el sudor del agua
gota-molécula creciendo en el viento
lluvia iluminada por el vapor del polvo
corramos al huerto a formar una palabra
a formar lluvia que cubra nuestros cuerpos
que la carne es tiempo y es tierra
7
Te he llenado los pulmones de oxígeno
¿Cómo es que te llenas de ausencias?
nos vimos desnudos entre marchitos
sabes todo de mí
escucho el cigarrillo desierto de las tres de la mañana
los pozos verdes en la taza del insomnio
veo el área poligonal de nuestros trazos
y todo me remonta a las ciudades aéreas
donde tejimos el reino sin nombres
que cayeron sin dejar hojas al árbol
barro la hojarasca que cae a diario
describo los átomos que tiene el aire
soy el final de la casa
las muertes vacías
¡Cuerpos limitados al principio del otoño!
¡Muros desechos después de la lluvia!
Soy la ausencia total de ecosistema
me has visto morder la maleza
sembrarla en el jardín
donde tenía cráneos enterrados
y sin embargo
me acariciaste las sienes
cada vez que mi padre me dio polvo
cada vez que polvo salía de sus manos
te llamé muerte
y te he sentido en todos los tranvías
te llamé muerte
y hemos estado unidos en la cárcel de la tarde
te ayuné en las esquinas del mundo
te vi con los ojos de mis manos
te di cuerpo con luz de los arrecifes
¿Quieres que te cuente historia alguna?
¿Que mis manos iluminen el tiempo que hay en tu cuerpo?
¿O cada escalón que tienes en los muslos?
¿O cada boca que tienes en tus senos?
Quédate un poco y sabrás lo que hay en mis huesos
[de hierba seca
Quédate aunque no figures en ningún mundo
y no tenga palabra para nombrarte