jueves, octubre 30, 2003

Cada día pronunciamos nuestra propia sentencia, aunque parezca disfrazarse de felicidad, cada decisión, cada palabra, son un acercamiento al plazo, al día ineludible, a las partidas, a la condena. Cada quien defiende lo que considera defendible. Así en el amor: ahora me aferro a la más tenue esperanza. Porque no caeré al abismo sin antes intentar subir la escarpada roca. Sí, tal vez caeré y nada quedará de mí, pero tal vez también, tal vez, en algún momento arrojes una cuerda, o acerques tu mano y cambie el curso de nuestra historia.

miércoles, octubre 29, 2003

Nada importaba entonces (Cuarta entrega)

8
Detenidamente recorro el contorno volátil de su cuerpo; aspiro el humo grisáceo y puedo decir que es entonces mía. La observo. La enrollo con el cuidado de una mirada amorosa mientras los rayos del sol, próximos a ser apuñalados por una enorme nube, hilvanan hebras con su pelo. Humedezco mis labios. A ella, la guardo en el bolsillo de la memoria para evitar que se marchite.

9
Esta es la histoira que despierta cada día y se repite a lo largo del tiempo.
A través de una amplia ventana —y su vida gira en torno a las ventanas— la luz se filtra uniforme. Sobre las paredes del despacho descansan algunas reproducciones de Miro, Van Gogh y Remedios Varo, fotografías en blanco y negro de Mapletorpe; el color blanco de las paredes lo hacen ver más amplio de lo que en realidad es. Toma el portaminas y se queda contemplando el exterior, la calle. Del equipo de sonido escapa una melodía de Dead Can Dance, deja la ventana y gira su rostro, ahora contempla el pliego que descansa sobre el restirador, traza algunas líneas sobre el papel, divaga nuevamente hacia la calle, sin ver lo que dibuja mueve la mano siguiendo la voz atiplada de Lisa Gerrard. Trazos sueltos pero firmes. ¿Cuál es el mensaje que ocultan? Escapa por la ventana y a pesar de la Gerrard piensa en Schubert. Su mano escribe Schubert en el papel. Hace unos días leyo una nota de periódico en la que se comentaba que había encontrado su vocación de músico caminando junto al Rin. ¿O lo había leído en un poema? Pensó que caminar le ayudaría. Definición. eso es lo que le faltaba, había dicho su padre alguna vez. Algunas horas para la salida.
Su mano moviéndose mecánicamente, cuando volvió a girar el rostro vio disperas frases sin sentido aparente. «¿Qué significa esto?» «¿Qué significan los sueños?» La vida lo angustia. Es una angustia a lo desconocido. A ignorar el futuro, que el presente no exista. El tiempo es un concepto que se entiende pero no se alcanza. Nunca se alcanza a comprender del todo. Sí, esta de acuerdo en que es una persecución. El tiempo no esta. Va delante y nosotros vamos tras él, sin saber que eso será justamente nuestra perdición, cuando coincidamos.
Mueve la mano, Dead can dance sigue en el aire, ¿qué dicen esos trazos? ¿Qué dicen esas frases? Ha olvidado la idea original. Ha olvidado su misión. Sin preocuparse busca entar al trance, clavarse en cada sonido, en cada palabra en cada tono, que el tiempo desaparezca, olvidarlo. Que un minuto sea la hora o viceversa. Hundirse en el pantano de su alma.
Imagina un pasillo, una ciudad, un laberinto lleno de puertas, habrá de elegir alguna y eso lo conducirá por un nuevo camino. Atravesar una es renunciar a las demás, pero ese camino se ha de bifurcar nuevamente y así hasta el infinito: árbol gigantesco, interminable; algunos caminos podrán cruzarse nuevamente, pero nadie lo sabe.
La última puerta ha de ser la muerte, la entrada al paraíso.
Frases, sólo frases sobre el papel.

Poetas de una sola palabra

En un principio nos propusimos tres semanas, y ya va una. Escribir un librito de poesí­a de 30 cuartillas invitado por Jair Cortés para la colección de la editorial Luna Arena de Puebla que se llama "Poetas de una sola palabra".
¿En que consiste esta colección? en que los tí­tulos de las plaquettes que se publican constan de una sola palabra.
En otro tema, Gracias a la antologí­a "Poesía Viva de Jalisco" que estamos editando me he visto enclaustrado a mi departamento. Separado del mundo, los amigos pareciera los dejo en el abandono. A ellos estas líneas. No tengo internet, estoy desconectado de su mundo. Mas no del mío. Y eso me gusta. Porque mi mundo, lo entiendan o no es sólo mío y nadie puede decidir en ni por mi.
Mi propuesta de título "Aeropuertos", pero no sé si al final le cambiaré el nombre.

Atlanta

I



En tránsito

El sonido iridiscente de un avión repostado
es único testigo
Palabra contra el recuerdo
Un extenso pasillo
en total higiene y pulcritud
la falsa perfección
Va la oveja conducida a su redil de oro
Un extenso pasillo
interminable
Invisible cadena ata al improvisado guía
la palabra queda sólo en posibilidad
lo posible es preferible a los deseos caducos
Un extenso pasillo
Sólo el frío es permanente
La oveja perdida deambula ocultando su azoro
No es Ãngel guardián
eso es seguro
el del invisible hilo
más parece un pastor silencioso
cómplice del depredador oculto
No hay flamigera espada
la llave son números
que se digitan sobre el muro:



(ya sabemos que no hay indentaciones)

Nada importaba entonces (tercera entrega)

7
Por un segundo los sonidos callaron; mas el murmullo de la calle y el paso de algunos autos vinieron a romper mi ensoñación. Interrumpí en ese momento mis pensamientos para confirmar que era tarde y llegaría con retraso al trabajo. Me sentía harto, invadido de un repentino cansancio, de un fuerte deseo de no hacer nada, de olvidar cualquier cosa pendiente. Era la sensación de hastío que había padecido las últimas semanas, la angustia que me provocaba un sueño que se repetía noche tras noche desde la partida de Araly, un sueño que antes de conocerla, también me había atosigado.
En el sueño voy caminando por el pasillo de un largo tren, buscando un lugar que no encuentro. Los asientos están ocupados por personas a las que no les distingo el rostro. Recorró vagón tras vagón pensando que mi lugar ha de estar ocupado y que nunca lo encontraré. No recuerdo por qué viajo en ese tren ni a donde me dirijo. No importa. Camino hasta el último carro y me quedo mirando el paisaje en la parte posterior. Surge lateralmente, como la defectuosa proyección de una vieja película, y desaparece al tocar el horizonte. Olvido el tiempo, no sé cuánto rato llevó ahí: el día se va tornando noche. El tren no ha detenido su marcha en ningún momento. Quiero regresar al interior pero no puedo, estoy inmóvil. Entonces alguién se coloca a mi espalda. Escucho su respiración cerca de mi nunca. Me toma y siento la fuerza de sus brazos. Manos que revelan un sujeto invadido por la ira. Me levanta. Me aferro al barandal. Grito, mas el grito parece no ser escuchado por nadie, ni por mí. Intento defenderme sin resultado. No puedo sostenerme más del barandal. Me arroja al vacío. Caigo estrepitosamente sin saber por qué, con gran pánico. Volteo desesperado en todas direcciones en busca del tren y de aquel que me arrojó: todo ha desaparecido: me encuentro solo, completamente solo en un lugar que desconozco. Un agudo zumbido invade mis oídos, me tapo las orejas, creo que van a estallar, y comienzo a asfixiarme. No veo nada, sólo oscuridad y descubro que estoy en mi cuarto, sudando.
La sensación con la que despierto es de viva angustia. Una angustia que envenena el alma, que me hace preguntárme una vez más cuál es la razón de mi existencia.
Cuando me detengo y medito un poco, mi vida me parece una avalancha que desciende en dirección a un abismo, y lo peor es que la velocidad y la fuerza con la que avanza impiden cualquier intento de pararla.
Ir en ese tren sin saber a donde, con que fin, me angustia, y más aún me angustia la certeza, al ser arrojado, que el final, la nada, están próximos. El tren de mi sueño me asfixia. Me obliga a mirar mi vida en retrospectiva. La vida que alguna vez creí haber enterrado para siempre

sábado, octubre 25, 2003

Nada importaba entonces (segunda entrega)

4
Observa la calle desde la ventana. Se pregunta por qué no olvidarse de todo. Quedarse en casa sin hacer absolutamente nada excepto mirar la calle y escuchar los sonidos que vienen del exterior. Aletargado. Sus sentidos parecen más sensibles que cualquier otra ocasión y el cuerpo le pesa enormidades. El viento frío de la mañana penetra a la habitación refrescando su rostro. Piensa que el hombre siempre está moviéndose hacia algún lugar, siempre buscando un siguiente sitio. ¿Cuál es ese lugar al que nunca llegaremos y dónde queda? Siempre avance, crecimiento, nunca pausa. ¿Quién soy? ¿Qué me hace intentar detener mi paso? No lo sabe. Y esa pausa le atemoriza. Yo no decidí venir a este mundo. Me arrojaron a él. Supone que al meterse bajo la regadera sus pensamientos quedaran en el olvido. Con sobresalto comprueba que aquella sensación de vacío lo sigue acompañando.

5
Entonces soy prisionero de todo tipo de interrogantes: ¿por qué estoy aquí, justamente aquí, a está hora y no allá, en cualquier sitio? ¿Por qué contenerme cuando lo que en realidad deseo es mitigar, aunque sea un poco, esa necesidad de libertad sembrada en todos los hombres...? Me hundo cada vez más en la arena movediza de estas preguntas que puedo resumir en dos: ¿Qué hago en esta vida? ¿Qué es la vida?

6
¿Soy el que aparece entre el vaho que empaña el espejo? ¿Esa figura desnuda, mojada que sacude su cabello y se mira para saber que sigue ahí, que sigue siendo el mismo?
Unos ojos se confunden en el par de enfrente: luchan por ver cual resiste más sin parpadear: hay un ligero temblor en los labios. Una gota desliza por la sien. Le pregunto al otro: ¿eres acaso yo?
No hay respuesta
La mano quita el vapor del espejo. Miro la imagen. De nuevo soy.
Termino de colocarme el disfraz para este día. Abro la puerta y escapo a toda prisa del pulpo en que se convierte una casa casa al ser abandonada.
El departamento se ha quedado solo con los secretos que nadie habrá de descubrir.

viernes, octubre 24, 2003

Nada importaba entonces

Estos son los esbozos de un cuento largo, quiza noveleta, titulada "Nada importaba entonces". Los estaré colocando en la red para que los pocos lectores que tengo me hagan sus comentarios. Ojalá se logré.

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De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
—¡Ah! -dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
—Ciertamente —dijo el zorro.
— ¡Y vas a llorar! —dijo el principito.
—¡Seguro!
—No ganas nada.
—Gano —dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo.

Antoine de Saint-Exupéry
«El Principito», capítulo xix

1
Araly, yo no sé donde estoy, todo esta muy oscuro aquí, floto enmedio de la nada, puedo tocar mi frágil desnudez, atravesar con la mano el pecho y palpar la espalda. No hay viento, ni frío, ni calor, es como si permanecira dentro de ti un largo instante.
¿Dónde estoy Araly? ¿Dónde estoy? Yo no sé en que lugar guardaron tus recuerdos. Ahora que lo pienso me pregunto si no estaré volando adentro de tu boca. No hay horizonte, no tengo idea de hasta que punto alcanza mi vista, si se pierde en el infinito o si acaso una pared se alza a una leve distancia de mis manos. Ya te dije Araly, todo es tan oscuro aquí.
¿Recuerdas cuando te preguntaba qué era la muerte? ¿Será esto la muerte Araly? ¿Esto la muerte Araly? ¿La muerte Araly? ¿Muerte Araly? ¿Araly?

2
Sucede a las tres o cuatro de la madrugada; cuando mi cuerpo se torna frío; cuando tu lado de la cama se halla vacío y la sábana es testigo de que nada hay que sirva de reemplazo al temblor de tu vientre, siempre tibio, complaciente.
Abro los ojos
—o eso creo—
una tenúe luz alcanza a brincar por la ventana. Pienso entonces en tu ausencia, en mi insomnio, porque sin ellos no retornaría al maquiavélico juego de la araña y la mosca.
Ahora que te encuentras apartada de mí, comprendo lo tan dueña que eres de ti misma, aunque ni tu misma lo sepas.
La habitación se transforma en hondo abismo; cada noche caigo una y otra vez. Despierto sudoroso, atravesado sobre el colchón con tu nombre pegado a la sal de mis labios, hundido en la baba de mis pesadillas.
Es un no comprender lo inteligible.
Reírse y mirar de nuevo a la mosca capturada en la telaraña.
como te decía, tengo frío,
pero es un frío distinto; es el hielo de tener la certeza de que la única certeza con la que todos los hombres contamos, es la certeza de morir.


3
Eran las siete de la mañana cuando volvió a abrir los ojos. Por la ventana un fugitivo resplandor se filtraba. Dudó en levantarse. Era la hora en la que el día aún no es día y la noche no ha dejado de serlo. Estiró el brazo fuera de las cobijas en busca de su reloj. Vio el reloj y dejo escapar un suspiro de resignación. Arrojó las cobijas al pie de la cama y se sentó. Apretó el interruptor de la lámpara; la luz lo deslumbró y terminó de despertarlo. Se levantó. Parecía que las paredes de la habitación se habían estrechado durante la noche. Miró las paredes y fue invadido por el vértigo. Recordó que había soñado con algo que vagamente recordaba haber soñado tiempo atrás. Su cuerpo estaba ahí. Su espíritu aún no.



lunes, octubre 20, 2003

"Nuestro amor es ese gato negro muerto en el baldí­o... junto al diablo"

Sábado. Tarde pasada entre poemas de autores jaliscienses (vivos) y vasos de whisky y vodka. Entonado ”pero no de la voz” llegar al Hard Rock Life. Justo a tiempo. Apenas unos minutos de espera. José Manuel Aguilera y los demás integrantes de La Barranca suben al escenario. La recepción es tibia. Comienzan a todo vapor. Casi nadie conoce las canciones del nuevo disco, me confienso estar entre el grupo de ignorantes. Toda la tarde escuchando ese disco pero las letras, salvo algunos estribillos, se me escapan. El concierto va subiendo de tono. Ahora si, la gente se prende cuando se escucha las rolas del primer disco. "Esta es la cosa más extraña que ha surgido en el continente americano". "Quémate Lento". "El Alacrán". "Reptil". "Esa madrugada". "Dí­a negro". Despedirse. El publico los aclama. La Barranca es un grupo más visceral que Santa Sabina. Y la neta esta tarde no estoy inspirado... así­ que me retiro

lunes, octubre 13, 2003

Esperando a L mientras los empleados miran la telenovela

Ajenos, distantes, qué es la espera para ellos, qué saben del incendio interno del cuerpo. Cada eco en el pasillo imaginaba eran tus pasos, pero no eras tú, y la llama se aviva. Uno a uno ellos, en su cónclave secreto, los miraba cómplices cuidarse las espaldas. Yo me comía el incendio, fingía que la llama era fría pero entre más fría más consume, más muerte, más vacío. No podía permanecer en el asiento, me levantaba —sube, asciende, alcanza. Recorrí el camino de mi casa a tu trabajo hecho demonio. Porque habías dicho «estoy triste». Y aunque no miré tus ojos sentía tu tristeza en los míos. «Aquí estoy», quería gritar. Decirte: aunque a veces pareciera estamos solos no lo estamos (tanto). Ellos indiferentes. Yo silencioso: esperando, esperando. Siempre así desde que descubrí tu mirada verdadera. Esperar el mar de tus pupilas. La constelación de tu sonrisa. Te espero. Ver como la demás gente parte, se despide, abre la puerta y no aguardo su retorno. «Yo quiero salir acompañado». Eso pensaba. «¿Qué haces alla arriba? Tu lugar es aquí a mi lado». Los empleados tensos, saben del límite de lo prohibido. Después de mil escuché los nuevos pasos —«olvidad toda esperanza»— pero entonces sí apareciste en la escalera. Sorprendida. Aún más que yo: no esperabas. Un abrazo hubiera estado bien. Pero los empleados. La telenovela. Nuestra amor es una historia oculta en versos, escrita a lengüetazos de tinta. Ví en tus ojos la alegría de tu nombre. Se resolvió la esperanza en el encuentro. Uno a uno los otros se opacaron, se perdieron como el murmullo de voces de la televisión. Y sonreías. Y te miré. Supe entonces que al menos ese día, ninguno de los dos estaría solo.

domingo, octubre 12, 2003

Tanto que decir y nada...

Hay ocasiones en que hay tanto que decir, que las ideas y los acontecimientos los tenemos a flor de piel, y sin embargo nada surge en concreto ante la página en blanco. Escribo mientras en la pantalla del messenger veo a la persona que amo. Tiene un dedo en los labios, la mano en su rostro, se ve pensativa. Algo se debate en su interior. Es un debate vital. Ahora escribe. Me envía un mensaje. Dejo de escribir unos segundos para leer sus palabras. Le había escrito que no sabía que escribir en mi blog. Sus palabras duelen. Porque casi todo duele cuando se ama. La sonrisa duele. La tristeza duele. Pero quien no cambiaría todo este dolor por esos momentos de felicidad que se comparten. Esos horas en que el mundo parece marchar aceitadito, perfecto. Que peligroso amar. Qué peligroso. Ahora ya no tiene el dedo en sus labios. Parpadea. La veo pero no me ve. Pero el ver no nos traslada a su lado. Al contrario, recuerda lo triste y sola que es la casa sin su presencia. Sólo imagen. Una fotografía viviente. ¿Qué estará pensando? ¿Qué laberinto de pensamientos habita en su cabeza? Ayer a esta hora venía en la carretera a 160 kilometros por hora. Devorando asfalto, desesperado. El mundo perdió significado en su ausencia. 800 kilometors sirvieron para conocer lo que el corazón siempre ha sabido. Ahora ya no la veo. La imagen ha desaparecido. En su lugar una fotografía de hace tres días. Ahora la escucho leer un poema. Me estremezco. Y de nuevo la observo. Ya no hay fotografía: es nuevamente. Me habla de la "Sociedad del silencio". La poesía. La amo por su escritura. Por su cascada. Por su avalancha. Porque a su lado he crecido. Ningún crecimiento es sin dolor. También por su mirada, por sus alas, por su "Icaritud". Sí, ayer a estas horas devoraba ausencia en la carretera. Y en el celular se cruzaban mensajes cada 100 kilometros. El peso de los nombres en la memoria es más pesado que la distancia recorrida. Pero uno sabe lo que su corazón vale, y en su valor permanece. No hay historia sin batalla. Lo que fácil se obtiene fácil se pierde. La miro. Silenciosa. Atenta. Sus hombros desnudos. Uno después termina arrepintiéndose de sus palabras. De las dichas y no dichas. La miro. Pero ella no me ve. Aquí estoy. Aqui estoy. Inclina la cabeza. Escribe. Pero esas palabras no son para mí. Tal vez ninguna palabra es en realidad para nadie. Ni para uno mismo. Tanto que decir y nada. Nada. Por qué amar, por qué decir "Te amo". Yo no diré "Te amo". Mejor "que hermosos ojos tienes", pero no es lo mismo, mejor "estaré siempre a tu lado", pero no es lo mismo... cómo expresarlo, cómo expresarlo... no hay manera... o tan sencillo: yo quiero vivir mi vida a tu lado. Tanto que decir y nada.

lunes, octubre 06, 2003

Casandra reencarna en Alegrí­a

*
Escribo Casandra
una voz que habita en sombras
repite y dicta lo que escribo
Digo Casandra
y en el nombre resuena un eco
que viene del primer momento del universo
se expande
Casandra
par de ojos centellean dos párpados se abren
la voz que no es mi voz ha invocado a la vidente
tres mil años han pasado desde entonces
de su palabra en grito confundido la respuesta
no hay claridad en lo que dice
Por no entregarse al cuerpo resplandeciente del efebo
Casandra
la condena fue ver del sendero lo que esconde
anticipar oscuramente
—Escribo Casandra
y pienso en hospital psiquiátrico
Escribo Casandra
y pienso en pluma en la mano que parece guiarla en la impronta de la palabra
Cierro los ojos
En los muros de Troya
Príamo lamenta la muerte de su hijo predilecto
aún vibran en el aire los gritos victoriosos de Aquiles
se sacuden en el tiempo los cimientos de la ciudad perdida
fluye a sus pies el Escamandro llanto resignado luto en rojo
la joven sabe de la próxima caída
de los brazos de Agamenón
de la muerte en la urdimbre de la esposa
Abro los ojos
Escribo Casandra
y alguien sueña lo que no puede ser (des)escrito: no era un ángel y volaba
ícaro femenino no hay perdón para quién busca las alturas
obligada a comer sus propias alas su destino es inminente
los ojos le fueron cercenados aún así dicta lo que sabe
canta en las alturas
su agonía
lo que entonces vislumbraba
Su palabra es también silencio y me estremezco
su nombre es Alegría pero es pronunciar Casandra
y digo Alegría Alegría
para acordarme de sus alas de su canto
del olor a flores
y repito repito el nombre para no sentirme tan vacío
Digo Alegría
—madre
pronunciar tu nombre es invocar tu alma
Un lamento retumba en la caverna de Hades
el dios del inframundo calla
Aún en el recinto de la nada el descanso no es posible
Tu estirpe insistirá en el mismo arte
y es ese su castigo
Digo Casandra
y es imposible olvidar sus sueños
el vómito de su fraseo
Digo Alegría
y la fatalidad de un incierto destino acecha sobre el hombro
Alegría Alegría
entre más repito más distante
más disperso queda

el eco

de su nombre

Habanera

FROM THE OPERA "CARMEN" ACT 1
G. BIZET (1838-1875)

Outside a cigarrette factory in a square in seville, the capricious gypsy girl Carmen sings of the nature of her love to her many admirers. She tells them she may love them all one day, but not today! She compares her love to a wild rebellious bird, unpredictable and fickle, to be seized as it passes. She will love whether or not she is loved in return, but if any man chooses to love her, he must beware

Traducción:
Fuera de una fábrica de cigarrillos en una plaza de Sevilla, Carmen la caprichosa muchacha gitana canta de la naturaleza de su amor a sus muchos admiradores. Les dice que puede amarlos un día, ¡pero no hoy! Compara su amor con un pájaro salvaje y rebelde, imprevisible e inconstante que es asido mientras pasa. Amará sea o no sea amada a cambio, pero si algún hombre decide enamorarse, ese hombre deberá tener cuidado.
[Encontrado en el cuadernilllo del disco compacto de Filippa Giordano del mismo titulo]

miércoles, octubre 01, 2003

Un cero a la izquierda de Dios

Ayer pensé en la muerte como una buena opcion, como una solución efectiva y final a lo que sentía y aún hoy siento aunque en menor medida. El vacío de no tener a nadie que te escuche, a nadie que te abraze y te permita llorar en sus hombros. Necesitaba llorar con alguien, sentirme querido pero no de palabra. Tal vez no supe enviar a tiempo y concisos los mensajes. Según yo las palabras que salían de mi boca eran una petición de auxilio. Nadie vino a mi rescate. A varios les dije "quiero matarme". Tal vez ninguno me creyó, pero era una necesidad real. Estuve pues debatiéndome la noche entera con mi ángle-demonio, a veces en la vigilia, a veces en el sueño, sentí su abrazo frío. La muerte vino a coquetearme, mas tentadora que ninguna otra mujer en mi vida. Bajo las cobijas sentía el corazón punzando, mi piel chinita, escalofríos recorrieron mi cuerpo ignoro cuantas veces. También le pedí ayuda a Dios, pero él me tiene abandonado, y no soy Job para sufrir sus designios con paciencia. Pero aqui estoy, ¿qué me salvo?, en primera instancia la escritura. Si no hubiera decidido escribir quizá ahora no sé que sería de mi. El llanto, he llorado mares, y aún no fluye todo, lo traigo atorado desde hace veinte años, una noche, una tarde no son suficientes. También me salvó el recuerdo de las personas que amo. Especialmente dos, a ellas dos que saben bien su nombre las bendigo y me odio tanto por hacerles esto. Yo no era así. Me desconozco. Me hundo... Por favor, sepan perdonarme...

Tocar fondo

…todo se fue con el Huracán
Enrique Bunbury


No hay más dolor que la muerte
que es la ausencia
que es la partida
pendiente
He sentido la ira de Dios y él la mía
confirmé lo que siempre supe:
soy un cero a su izquierda.
A mis plegarias solo respondió el silencio
mi llanto nadie lo vio
ahora es una rota cañería
que mana sin parar su sangre
Hay días —dicen—
en que no se debe abrir los ojos
en los que el pasado desaparece en unas horas
arrastrado por los aires del desprecio
Ya qué…
los hombres —y no digo nada nuevo, lo sé—
son apenas una brizna en el tiempo.
Hoy pensé en matarme
porque ya no aguanto este dolor en el estómago, el vacío
de no tener a nadie
Septiembre se termina
yo muero con él